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![]() Las críticas cinematográficas de "Romance" revelan las inquietudes del un espectador exigente, que igual podía elogiar a Bette Davis, de quien decía que en "Amarga Victoria" hacía del papel menos importante un espectáculo, que igual resolvía su percepción de "El primer rebelde" con un comentario corrosivo: "La película puede gustar a los muchachos de diez a catorce años que no hayan visto cosas mejores". Los artículos recogidos en "La mentira de las sombras" permiten conocer sus impresiones del cine de entonces. En "Romance" saludó, por ejemplo, a una joven Ingrid Bergman "la muchacha sueca que lanzan los productores diciéndonos que no olvidaremos nunca" y en "Romance" valoró "Las uvas de la ira" como película social sin demagogia, a pesar de que se mostraba crítico con el cine norteamericano, que en su pluma solía salir en desventaja cuando lo comparaba con el francés: "Una cinta francesa suele cautivarnos siempre por el ingenio, la ironía, y los matices humanos, que en rara vez encontramos en el cine americano". A Charlie Chaplin lo tenía por "el poeta de la mirada profunda, de la melancolía incurable, de los exquisitos modales", mientras que "Lo que el viento se llevó" le pareció "una película de tipo monumental" por los decorados, paisajes y vestuario. Pero lo que más llama la atención en Gil-Albert es su escaso entusiasmo por el color, que sólo salvaba en las creaciones de Disney. El color, decía, "revela la mentira del cine, extrema su irrealidad, mata esa llamada poética que existe en el cine gris y que existió en el azul".
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