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 "El pobre Dalí ha
muerto sin conseguir la tercera dimensión y lograr el
movimiento en los cuadros… Yo lo he
conseguido". Esas palabras me las dijo José
Antonio Cía en su estudio, poco después de fallecer
el surrealista catalán. Cía, que nació en el
veinticinco en Ceuta, comenzó a pintar en el cuarenta y
ocho en Alicante, donde reside desde los cinco años. En
1972 acuñó en un manifiesto el término
"reflexismo", proposición artística que
cultiva con fidelidad y que consiste en trabajar sobre
planchas de aluminio, provocando caprichosos reflejos de
luz. Pocos saben que al exponer en Madrid le propusieron
irse a Estados Unidos con el compromiso de producir, al
menos, cuatro cuadros al mes, asegurándole promoción,
exposiciones, cursos y conferencias. No hubo unanimidad
familiar y declinó la oportunidad de dar a conocer allí
sus hallazgos. Hace unos días me llamó para invitarme a la inauguración de su exposición "30 años de reflexismo" en la antigua Lonja del pescado de Alicante. Me comunicó, de paso, que había incorporado al catálogo un texto mío de finales de los ochenta, que yo no recordaba. Así que fui. Y vi que en la biografía de Cía esta exposición, por antológica, será uno de sus acontecimientos principales. Vi también que en sus obras siguen apareciendo muchas espirales que llaman la atención de los visitantes, ajenos a menudo a su verdadero significado. Una vez le pregunté sobre ello y me sorprendió que se remontara a sus tiempos de soldado. "Resulta que haciendo la mili —me explicó— tuve un accidente. Un camión donde íbamos nosotros volcó en un puerto de los Pirineos y pasó por encima de mí. Yo caí en el precipicio y estuve cuatro o cinco días, casi, sin memoria. Recuerdo que en el momento de la caída es como si me hubiera metido en un torbellino; pero era un torbellino plácido, tranquilo, como si te fueras a marchar por allí".
Artículo relacionado: Cía en la espiral, Información, 10-2-2002. |
Eso del reflexismo
9 febrero 2002
