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![]() Para el periodista actual, la obra ofrece interesantes guiños sobre el quehacer de un cronista de viajes en los primeros años del siglo XX. Acostumbrados en este siglo XXI a los ordenadores portátiles, las cámaras digitales y los teléfonos móviles, contrastan los modos de escribir y viajar de Azorín. Instalado en una fonda de Argamasilla de Alba durante los primeros días, se desplazó después por los lugares de su itinerario en un carro alquilado, conducido por un antiguo confitero de Alcázar de San Juan. Fue a Puerto Lápice, Ruidera, la cueva de Montesinos, Campo de Criptana, El Toboso; y quizá José Ortega Munilla, director de "El Imparcial", pensó que su colaborador de estreno Azorín acababa de dejar el diario "España" podía verse asaltado en algún solitario camino de La Mancha, de ahí que le prestara un revólver que no tuvo que utilizar. El escritor aprovechó las paradas y las habitaciones de las posadas para redactar a lápiz, a veces a la luz de una bujía, las crónicas que enviaba. Sus textos eran tan poco convencionales que no todos sus colegas lo apreciaron. Alguien debió contarle a su regreso, o tal vez mucho después, que había quien los leía en voz alta y enfática cuando llegaban a la Redacción, tratando de ridiculizar su hechura. "La entonación altisonante contrasta infelizmente con mi prosa menuda, detallista, hecha con pinceladas breves", reconoció Azorín cuando contó ese mismo episodio en su libro "Madrid" (1941) Y, sin embargo, lo que cultivaba el escritor de Monóvar era una suerte de crónica literaria que se anticipaba en décadas al denominado Nuevo Periodismo; todos los recursos que hicieron famosos a una generación de reporteros estadounidenses a partir de los años sesenta están, curiosamente, en "La ruta de Don Quijote" y en otros escritos azorinianos primeros de siglo: el uso del diálogo, la recreación y descripción de la escena que rodea a los personajes, la inclusión del propio periodista como un protagonista más de la noticia y hasta la exposición de sus meditaciones. En realidad, los de Azorín eran artículos subjetivos que renunciaban al distanciamiento típico, a esa visión externa de la noticia sin involucrarse en ella. Naturalmente, ninguno de los "nuevos periodistas" le leyó, que se sepa, ni supo de un precursor europeo que hace cien años introdujo en las páginas de los periódicos una rara modernidad. |