Gil-Albert en
revistas y periódicos
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HOJA DEL LUNES
(Asociación de la Prensa de Alicante) |
En el Alcoy de primeros del siglo
XX vino al mundo Juan Gil-Albert un día de Viernes
Santo: el 1 de abril de 1904. En realidad no se llamaba
así. Su nombre era Juan de Mata Gil Simón; pero a los
veintitrés años optó por firmar su primer libro,
"La fascinación de lo irreal", con los
apellidos de su padre unidos por un guión. La influencia familiar y la presencia de periódicos en su domicilio de Valencia donde residía desde 1912, alternando estancias veraniegas en la finca alcoyana de El Salt fue decisiva en su formación. Hubo una imagen, para él premonitoria, que se repetía en su adolescencia. La contó en "Crónica General" (1974): "Acabada la cena, en el gabinete junto al comedor, mi padre se tendía en la 'chaisse-longue', alumbrado por una lámpara de pie con pantalla de raso salmón, y leía el periódico; mi madre, abría el piano y hacía música. Yo no sabía aún que, a partir de muy pronto, mi vida se debatiría entre esos dos campos que mis padres, bien ajenos a ello, me abrían como posibilidades, la música y la prensa, o sea, el arte y la vida". Esos diarios solían ser "Las Provincias" y "La Correspondencia", a los que estaban suscritos en casa, según su primo y biógrafo César Simón. Como a muchos escritores, las publicaciones periódicas sirvieron a Gil-Albert para completar su presencia cultural. Su consagración como autor de un buen repertorio de libros no ensombrece su participación en diarios y revistas. Además de sus primeros artículos en "El Noticiero Regional" de Alcoy de 1927 a 1929, utilizó otras cabeceras para difundir reflexiones en prosa y poemas que luego incluía en libros. Dejó su firma, con colaboraciones ocasionales, en "El Mercantil Valenciano", en "Gaceta Literaria" y hasta fue premiado en un concurso de "Las Provincias". Su casa se convertiría, después, en el escenario de la fundación de una de las revistas culturales míticas de la guerra civil: "Hora de España", que contó entre sus redactores y colaboradores a Ramón Gaya, María Zambrano, León Felipe, Antonio Machado, Bergamín, Alberti, Dámaso Alonso, Cernuda y Corpus Barga. Ya en el exilio, fue secretario de la revista "Taller", que dirigía en México Octavio Paz. Su vinculación hasta 1941 la recordó en varias ocasiones: "Allí publiqué algún trabajo de crítica, además de ordenar y ordenar y preparar cosas". Escribió después en "Romance", donde se ocupó de la crítica de cine con textos firmados y sin firmar, reunidos en un reciente libro ("La mentira de las sombras", editado por el Instituto alicantino de Cultura Juan Gil-Albert y Pretextos), y colaboró en "Letras de México" y "El hijo pródigo". Un largo viaje por países suramericanos que emprendió en 1942 le deparó la oportunidad de verse en nuevas páginas, sobre todo en Argentina a partir de su llegada en 1944. "Correo Literario", "Sur" y "La Nación" de Buenos Aires le acogieron en alguna ocasión. La invitación del rotativo bonaerense le sorprendió. "Creo que ése era entonces uno de los periódicos más importantes del mundo", declaraba en 1983. "Tenía un gran suplemento cultural, y yo había visto allí originales de Ortega y Gasset, cosas inéditas de Unamuno, así es que me extrañaba que se invitase a un escritor como yo, joven y poco conocido. Todo eso era una gran satisfacción, ciertamente. Publiqué un par de cosas en La Nación, y además un poema". Tras regresar a México, dejó el exilio en 1947 para volver a España. Leído en círculos muy reducidos, pasaría entonces por lo que muchos han denominado su exilio interior "Mi casa era mi mundo, el mundo", llegaría a decir y no alcanzaría su consagración hasta los años setenta con la publicación de una antología poética, "Fuentes de la constancia" (1972), y la aparición de cuatro títulos inéditos en 1974. En el Centenario de su nacimiento, no está de más recordar que las revistas literarias fueron ventanas abiertas por donde se asomó a la búsqueda de los lectores. |