Biografía de un poeta

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

28 marzo 2002

Una vez, jugando al Trivial, me preguntaron cómo había muerto Miguel Hernández. Iba a contestar que de tuberculosis, pero como contaba con la ventaja de conocer el texto del certificado de su fallecimiento quise precisar y dije que de fimia pulmonar. El pavor me entró cuando mi interrogador, basándose en la tarjeta del juego, me leyó la respuesta: "Fusilado". Ignoro si el fabricante del Trivial ha enmendado el error en posteriores ediciones, pero al menos este despropósito sirve para ilustrar la falta de rigor a la que ha estado sometida la figura del poeta. Y esa falta de rigor es la que ha tejido no pocas leyendas sobre su muerte hace sesenta años, el 28 de marzo de 1942, en la cárcel de Alicante. Puede que no fuera leyenda la reacción de su padre cuando le comunicaron su fallecimiento: "Él se lo ha buscado", pero sí lo fue la atribución de los versos que dijeron que escribió Miguel en la pared de la enfermería de prisión: "Adiós hermanos, camaradas, amigos / despedidme del sol y de los trigos", versos que ni anotó ni le correspondía su autoría, al tratarse del pareado de un poeta sevillano con quien coincidió en la guerra.
Lo bueno que tienen las efemérides son los legados que dejan, no los festines conmemorativos. Y este sesenta aniversario nos dejará, al menos, la biografía "Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta" de José Luis Ferris, donde el escritor alicantino ha emprendido la necesaria tarea de huir de leyendas y topicazos con la intención de darle la vuelta a ciertos episodios. No sólo registra algunos amores madrileños que se silenciaron sino que siembra dudas sobre personajes como el influyente Luis Almarcha, vicario general de la catedral de Orihuela en 1942, a quien Ferris, en contra de otros biógrafos, presenta como un chantajista espiritual que pudo haber salvado la vida del poeta, de haberse preocupado a tiempo por su traslado a un hospital.