Aristócratas a lo plebeyo

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

15 marzo 2002

Me lo habían contado y no me lo creía. Así que, como me perdí la primera emisión del suceso, me senté ante el televisor convencido de que más pronto o más tarde podría ver el corte de mangas de la duquesa de Alba a los periodistas. Como los pacientes "paparazzis" que esperan horas y horas a su presa, así me mantuve frente a la caja tonta, más o menos hasta las diez de la noche, momento sublime en el que en la pantalla apareció, por fin, la sin par duquesa. Entró en el coche, ajustó sus nobles y dignísimas posaderas en el asiento del copiloto, simuló unos gestos parecidos a los de los cámaras que acosan a los que salen en las revistas del corazón y, con una rapidez inusitada para una aristócrata de su calibre, cuyas maneras exigen reposo y serenidad, remató con un medido corte de mangas, no por breve menos divertido.

A mí me parece ésta una noticia excelente porque demuestra que la aristocracia se ha humanizado; demuestra que ha aceptado los usos más extendidos entre la plebe, dejando sin efecto lo de la vieja lucha de clases por la que suspiraba Marx. A la aristocracia le queda, con todo —no hay por qué negarlo—, el toque que da contar con un árbol genealógico largo y ramificado, aunque a un noble que vacilaba con insistencia de sus antepasados ya le contestó su atento interlocutor, que no formaba parte de la nobleza ni por asomo, algo demoledor: "Yo asciendo de una familia de humildes campesinos, ¿de quién ha dicho que desciende usted?".

Que la aristocracia se está despendolando lo prueba también otro Grande de España, José Luis de Vilallonga, que anda por las televisiones promocionando sus memorias a costa de contar chascarrillos sobre sus ex mujeres. Yo creía que los marqueses, condes y duques se distinguían por su discreción y, sobre todo, por su refinadísima educación, pero parece ser que tampoco. Decididamente la aristocracia se ha convertido en espectáculo.