El político que no lo parecía

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [
www.joseferrandiz.com]

Diario INFORMACIÓN (Alicante), 23-2-2009

Lo normal es que nos encontrásemos, de vez en cuando, en la calle General Lacy de Alicante, cerca de su casa, casi siempre cuando regresaba de la sede de la Delegación provincial de la Generalitat. Lo normal es que parásemos un rato a conversar, un acto que por cotidiano y breve carecía de importancia pero que ahora, cuando se sabe que no va a repetirse, adquiere trascendencia. La casualidad quiso que el domingo a medio día me telefonease mi padre para comunicarme lo que acababa de leer en el periódico y yo desconocía por hallarme fuera de Alicante: José Marín Guerrero había muerto. La llamada –y ahí la casualidad, la caprichosa casualidad– interrumpía mi lectura de los trabajos que optan al Premio Internacional de Periodismo Miguel Hernández, en cuyo jurado teníamos que encontrarnos el 16 de marzo; Pepe Marín para presidirlo como representante de la Generalitat en el Patronato de la Fundación de Orihuela que lleva el nombre del poeta. Bien podríamos decir, con versos de Miguel Hernández, que “el dolor y su manto / vienen una vez más a nuestro encuentro”. Resultaba imposible, al quedar enterado, no evocar los recuerdos de mediados de los ochenta, cuando servidor era un joven de veinticinco años que se iniciaba en el periodismo como columnista de “La verdad” y pasaba casi todas las tardes por la redacción de la calle Navas, donde Marín Guerrero ejercía como jefe de la sección de Política.

La lista de periodistas que han recalado en política es larga, lo ha sido siempre, pero lo que más he admirado en él es su estilo de supervivencia en un habitat donde la ambición desmedida, el afán de protagonismo, el estruendo de las declaraciones, la traición y, por qué no decirlo, hasta la estulticia, se adueñan con demasiada frecuencia de la escena. Alejado de las polémicas, de los focos y, por si fuera poco, nada sectario, Marín Guerrero no parecía político. Con su cordialidad, su trato exquisito y su forma de ser, en suma, conseguía caer bien a diestra y a siniestra, y tuvo la destreza de no atraer críticas, algo que en política no es sólo una rareza sino pura utopía, palabra que en el fondo sirve tan sólo –digámoslo con claridad– para nombrar las cosas imposibles.