"Nunca perderse el respeto a sí mismo"
JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

Diario INFORMACIÓN de Alicante, 31-10-2006

Hace ocho años se publicaron, con más de medio siglo de retraso, las memorias de Carmen Baroja y Nessi. En ellas, la hermana de Pío Baroja certificaba desde la intimidad familiar una amistad: "Es cosa rarísima encontrar dos buenos amigos literatos; el caso de Pío y Azorín es rarísimo". Ciertamente, las relaciones amistosas entre ambos no sólo fueron tempranas, afianzadas al poco de llegar uno y otro a Madrid con el afán de darse a conocer en el ambiente periodístico y literario de la capital, sino duraderas. El propio Baroja contó que se saludaron por primera vez al encontrarse por Recoletos. "¿Usted es Baroja?", le preguntó el autor de Monóvar. "Sí", respondió el vasco. "Yo soy Martínez Ruiz". Desde entonces, su amistad fue reforzándose por la coincidencia en ciertas aventuras literarias de juventud. Baroja y Azorín formaron parte de la comitiva que en 1901 se introdujo en el cementerio en desuso de San Nicolás para brindarle homenaje a Larra ante su tumba, escena que el segundo incorporó a su novela "La voluntad", describiendo a los componentes del grupo enlutados, con altos sombreros, provistos cada cual de un ramo de violetas. Baroja y Azorín fueron protagonistas también, junto a Maeztu, en la polémica periodística que provocó ese mismo año el estreno de "Electra", de Pérez Galdós, pieza teatral aclamada por el liberalismo anticlerical. Baroja reveló en sus memorias que Galdós y Maeztu prepararon la controversia distribuyendo por la sala amigos que interrumpían con gritos la representación. El caso es que El País dedicó amplia información al acontecimiento con un artículo suyo, otro de Maeztu y las declaraciones de varios escritores, entre ellos Martínez Ruiz, lo que animó al frente anticlerical, en litigio con la prensa conservadora. Baroja consideraba entonces que "Electra" era una esperanza de "purificación" en un país que, para él, era "feudo del Papa" (años después confesaría que nunca creyó que la de Galdós fuese una obra maestra), mientras que Martínez Ruiz no tardó en firmar un artículo rectificando lo declarado días antes, ganándose el pronto de Maeztu, que intentó agredirle en un café. No debieron pasar de ahí las tensiones, a juzgar por la posterior constitución, por parte del trío polemista, del grupo de "Los tres". Baroja y Azorín, en fin, coincidieron además en la redacción de "El Globo" a finales de 1902 y principios de 1903, periódico del que el primero ejerció como redactor-jefe. Pero éstas no fueron más que algunas de las iniciativas que compartieron.

Su amistad no se deterioró ni con las discrepancias. La invención azoriniana de la "Generación del 98" en 1913 no la aceptó Baroja, descreído de que tal generación –que consideraba "fantasma"– existiera. Tampoco le gustó que Azorín se convirtiera al conservadurismo; y de hecho, cuando el de Monóvar intervino como intermediario para que los conservadores promovieran al vasco como diputado, éste rechazó la idea ante el ministro Sánchez Guerra. Tras compartir exilio en París durante la guerra civil, Azorín anotaba en 1941 que su amistad "no ha tenido nunca ningún bajío". Por eso, el día de la muerte de Baroja concibió un artículo que apareció publicado en ABC el 31 de octubre de 1956: "Adiós a Pío Baroja". Se reconocía emocionado en la primera línea, pero no cayó curiosamente en sentimentalismo alguno; simplemente valoró su contribución a la literatura y exaltó su libertad, su personalidad. "Baroja –precisó aquel día Azorín– ha escrito, gramaticalmente, como ha querido. No ha sido esclavo de su propia prosa. Es sencillo y natural. Como escritor –y como persona– ha seguido siempre, con su sinceridad, el consejo de Gracián: Nunca perderse el respeto a sí mismo".