Día del libro

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

23 abril 2002

A costa de repetir elogios sobre el libro, resulta difícil concebir uno nuevo que sea ocurrente. El autor anónimo de "El lazarillo de Tormes" decía, citando a Plinio, que "no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena", lo que suponía conceder indulgencia general, a mi juicio exagerada. Ni Plinio ni el autor del "Lazarillo" vivieron lo suficiente para tener noticia del "Mein Kampf" con el Hitler dotó de teoría siniestra al nazismo. Tampoco leyeron las tonterías del padre Ladrón de Guevara en los años treinta, capaz de señalar que "El jugador" de Dostoievski "no es lujuriosa pero tampoco tiene elevación, el jugador acaba jugando"; capaz de recriminar que en "Las cerezas del cementerio" Gabriel Miró "a grandes pecadores los pinta simpáticos"; capaz de advertir que las novelas de R. L. Stevenson son "bastante pasaderas, pero no para una biblioteca de Hijas de María".

¿Qué puede decirse del libro que no haya sido ya dicho o escrito? ¿Qué puede aportarse hoy, un 23 de abril, al celebrarse su Día? Prácticamente nada, aunque veo que el personal lo sigue intentando con buena voluntad. Dejando al margen los ejemplos poco estimulantes de Hitler y el padre Ladrón de Guevara, se me ocurre subrayar que aficionarse a leer es una manera de ser libre. Pero ni siquiera esto es nuevo. En cierto modo, ya lo advirtió Ricardo de Bury en su el "Philobiblion", su tratado sobre el amor a los libros que acabó de redactar en 1345. "Los libros —escribió— son los maestros que nos instruyen sin brutalidad, sin gritos ni cólera, sin remuneración. Si nos acercamos a ellos, jamás los encontraremos dormidos; si les formulamos una cuestión, no nos ocultan sus ideas; si nos equivocamos, no nos dirigen reproches. ¡Oh libros, vosotros que poseéis, solos, la libertad!".