Engaño editorial

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

3 enero 2002

De todas las ocupaciones a las que se ha dedicado la especie humana —la guerra, la política o el sadismo, entre otras—, la de ganar dinero no era para Adam Smith, uno de los padres del liberalismo clásico, la menos perjudicial para la sociedad. No hay nada que objetar al pensador escocés, aunque sería oportuno añadirle que eso no concede indulgencia a quienes se lo ganan con engaño. Por eso hay editores que merecen reproche. Son los que se apuntan a la moda de dar gato por liebre con libros de famosillos que ni los han escrito ni serían capaces, moda que ni el ridículo nacional protagonizado por Ana Rosa Quintana, pillada con "negro" y plagio, ha conseguido rebajar de las mesas de novedades de librerías, aeropuertos y grandes almacenes. No se trata ya de una cuestión de marketing editorial, más o menos comprensible, sino de una deshonestidad hacia quien paga.

La revista "Qué leer" dedicó un reportaje en su número de diciembre a este vergonzoso negocio que induce a reflexionar, nuevamente, sobre práctica tan extendida. Y recuerda a los extremos que se ha llegado en algunos casos: desde el citadísimo caso de Ana Rosa al descaro de Carlos Sobera, que al tiempo que permitía la venta de un supuesto libro suyo declaraba que sólo había puesto el nombre y poco más. Eso que equivale a reírse de los propios admiradores perjudica, además, a quienes prueban suerte en el mundo del libro de manera legítima, que supongo que los hay, valiéndose de la fama televisiva pero escribiendo sus obras. Millán Salcedo, uno de los del par Martes y Trece, reivindica su pertenencia a este bando y se queja de que la pregunta habitual que tiene que soportar cuando firma ejemplares es la de "¿tú tendrás un negro, no?", a lo que suele responder con su mejor humor que ya le gustaría a él tener un negro, pero "con una buena mandanga".