No llores por ella, Argentina

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

28 diciembre 2001

En su viaje a España de 1947 alguien previno a Eva Duarte, la mitificada Evita, compañera del presidente Perón, de que al visitar El Escorial lloraría de emoción. Al acabar, la invitada declaró a este mismo personaje que no había llorado: "Al contrario, pensé: ¡Qué gran casa para niños huérfanos podría hacerse allí". La secuencia resume a la perfección lo que es un caso de demagogia política, donde se pronuncian frases para la galería que no comprometen a nada. Evita había sido actriz y no hay duda de que siguió haciendo teatro como primera dama, el papel de su vida, lo que le convierte en una de las demagogas históricas de Argentina. Le hacía a Perón un trabajo inconmensurable al mantener a las masas de "descamisados", sobre las que se erigía como cuidadora pública, encantadas con el régimen del militar, que para empezar no dudó en vulnerar el principio que define a toda República —el de que el pueblo elija a su presidente— con un golpe de Estado en 1943. Bajo la etiqueta de la solidaridad, Evita promovía recolecciones entre argentinos que tapaban la incapacidad de ese Estado para sacar a muchos de la pobreza y reducían el riesgo de conflictividad social.

Si de algo ha padecido Argentina durante las últimas décadas es de demagogia política y populismo. De decirle al pueblo lo que quiere oír y luego ya veremos. Cuando un parlamentario evoca en la cámara al "general" Perón y a Evita, cuando el nuevo presidente Rodríguez Saá proclama que el país no va a pagar la deuda estatal y creará un millón de puestos de trabajo, o cuando Memen anuncia que está dispuesto a volver, compareciendo junto a su Evita y rubia particular Cecilia Bolocco, con honores de Miss Universo en su currículum, a quien le agarra la mano antes de decir por televisión que "en base al amor, todo se puede construir", entonces es cuando se sabe que el estilo no ha cambiado.