Nochebuena con turrón

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

24 diciembre 2001

A Fernando Galiana, que fue alcalde de Jijona entre 1975 y 1983 y escribió después una historia del turrón, le confesó cierto obispo de Orihuela que en un viaje a la América hispana le preguntaban qué ciudades pertenecían a su diócesis. Citaba las más grandes, que muy pocos conocían, y cuando mencionaba Jijona todos exclamaban "¡el pueblo del turrón!". Eso llamaba la atención del prelado, que así se lo llegó a decir al ex alcalde: "Ya ve, resulta que yo era el obispo del pueblo del turrón".

Y es que a Jijona nunca le ha costado ser identificada con este dulce tan apreciado por el paladar, ineludible en las mesas de Nochebuena y Navidad. Por destino profesional de mi padre, viví ocho años en esta ciudad, entrada ya la década de los setenta. No puedo referirme a ella más que con nostalgia. Y en esa nostalgia —que espero que los lectores me disculpen— me viene al recuerdo el olor de sus calles en otoño, desde que empezaba la temporada de fabricación en septiembre hasta que culminaba a principios de diciembre. Supongo que ahora las fábricas están en el polígono industrial o en otros puntos de las afueras, pero entonces quedaban algunas en sus calles. De camino al Instituto, pasaba por delante de una que estaba siempre con las puertas abiertas, de cuyo interior salía un aroma caliente. Ese aroma olía a turrón y lo recuerdo ahora con la misma nitidez que lo apreciaba entonces. Quizá por ello voy siguiendo los avatares de la industria turronera y veo que, tras superar una crisis que llevó al cierre a unas cuantas firmas y a la venta y reconversión de otras, los empresarios jijonencos luchan —valiéndose de un Consejo Regulador— por la consagración de la denominación de origen del turrón de Jijona. Una denominación y un origen sobre el que me atrevo a asegurar que no tiene dudas el consumidor, como le demostraron en no sé qué país de América al "obispo del pueblo del turrón".