Microrrelatos, otra moda

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

28 noviembre 2001

En este artículo se reproducen, de cabo a rabo, dos cuentos y un ensayo. El mérito, como verán, no es mío. Se debe a que vivimos en un mundo tan vertiginoso que la literatura ha redescubierto el microrrelato, la historia contada con pocas palabras. Lo propio, en estos casos, es sacar a relucir el que dicen que es el cuento más corto que existe, escrito por el guatemalteco Augusto Monterroso y resuelto en siete palabras: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí". Reconozco, no obstante, haber leído uno más breve, de tan sólo seis, mucho menos genial. No recuerdo el nombre de su autor, pero el relato decía más o menos así: "Había una vez… un colorín colorado". La desventaja es que carece de historia.

Que los microrrelatos tienen gracia lo demuestra la cantidad de concursos que se convocan en internet. Da la impresión de que el tiempo no nos da ya para más y de que este género —o microgénero— gana afición con las nuevas tecnologías. Sin embargo, la ocurrencia no es invención de última hora, por mucho que algunos modernos impresionables lo tengan por novedad. El microrrelato lo vienen practicando las redacciones periodísticas desde que existen, sobre todo cuando tienen que resumir una noticia en dos o tres líneas. Lo cultiva también, con sabio gracejo y carcajada, la imaginación popular cada vez que pone a circular un chiste, pieza compuesta generalmente por un diálogo o situación en la que no falta el planteamiento, nudo y desenlace. Todo, pues, parece estar inventado, aunque el cuento no haya igualado en brevedad al ensayo. O, al menos, al ensayo que publicó la revista satírica "La codorniz", firmado por Víctor Uve en 1957. Era una reflexión certera sobre la pereza, cuyo texto completo no llegaba a consumir dos palabras: "La pere..."