La Preysler, el TS y el TC

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

15 noviembre 2001

Nunca se sabe por dónde nace el debate nacional, pero lo que no era predecible es que la preocupación de Isabel Preysler por unos granos en la cara, según la indiscreción de una ex empleada a su servicio, animara el conflicto entre el Tribunal Supremo y el Constitucional, dos tribunales que en modo alguno son de chichinabo. La Preysler tiene la virtud de no pasar desapercibida, aunque engañe su aparente retiro en brazos de Boyer, el más serio e impertérrito ministro del primer gobierno de Felipe González, el mismo que hace años, a la salida de un juzgado, se libró por los pelos de que Ruiz Mateos le diera candela al grito de "que te pego, leche", amenaza que se sabe muy arraigada entre celtíberos cabreados.

La verdad es que los jueces de uno y otro tribunal llevan años de picadilla. Los del Supremo se quejan de que el Tribunal Constitucional se pasa cada vez que revisa una pena o sanción dictada por ellos, no limitándose a interpretar la Constitución. Así que uno no sabe si calificar de curiosidad o de vergüenza que este rifirrafe judical de altura haya adquirido carta de popularidad gracias a esta mujer, cuyo honor e intimidad fue tasado por el Supremo en cinco mil duros y por el Constitucional en diez millones de pesetas. Y todo porque una ex empleada doméstica se fue a cascarle secretitos de la señora a cierto semanario del cardio; secretillos de trastienda que ni fu ni fa, pero que tienen a las altas magistraturas alborotadas y a algunos jueces del Supremo en un tris de rasgarse la toga en canal, calientes al ver que un chismorreo valga, según el Constitucional, lo mismo que la indemnización a un albañil que falleció al caerse del andamio. Menos mal que los nuevos presidentes de ambos tribunales —Francisco Hernando del TS y Jiménez de Parga del TC— estrenan cargo declarándose en son de paz, que es lo que cuenta. Así sea.