El amuleto de Enrique Iglesias

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

13 noviembre 2001

En las páginas que le trabajó no hace mucho Nuria Escur a Enrique Iglesias para el suplemento "Magazine" contaba la periodista cosas sorprendentes que vienen a confirmar que la práctica de la entrevista, especialidad muy apreciada por los lectores, es a menudo un reto difícil cuando las declaraciones del entrevistado no dan para mucho. Este mismo contratiempo lo sufrió la mentada periodista con el cantante, quien para calentar le obligó a perder dos horas de su tiempo antes de prestarse al trueque de preguntas por respuestas. Y no es que el exitoso Iglesias se mostrara esquivo o se negara en redondo, no. El motivo era más trascendente y estético: no encontraba el colgante que le hace de amuleto. La escena que relata la entrevistadora no tiene desperdicio: "En el hotel Arts de Barcelona revolvieron cielo y tierra, los teléfonos no dejaron de sonar hasta que apareció el famoso amuleto y, ya tranquilos, tras su noche de resaca con una encantadora rubia peso pluma que se despidió allí mismo, pudimos empezar el diálogo en tres escenarios distintos: bajo las cascadas de agua del hotel, en un coche hasta el aeropuerto y dentro de un avión, un G-4 de factura americana, que debía llevarlo en privado hasta la gala de la Hispanidad en Sevilla". Estoy seguro de que la mítica Josefina Carabias de los años treinta —por citar ejemplo— se hubiera marchado, a mitad de búsqueda, a redactar el encargo, como decidió el día en que se inventó una entrevista con Valle-Inclán. Pero el acabado de Nuria Escur debe ser de otra pasta y esperó, sin sucumbir a las extravagancias del hijo de la Preysler. No cabe duda de que el colgantito funcionó e inspiró al divo manifestaciones de sublime prosa castiza como ésta: "A mí, cuanto más me dicen que hago una mierda más me envalentonan", por lo que me atrevo a sugerir públicamente que no se metan más con él, no sea que se nos siga envalentonando.