El Pelusa, genial y tramposo

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

10 noviembre 2001

Sé que mis amigos argentinos se me van a enfadar. Lo sé porque lo mismo que paso a comentarle a usted se lo he anticipado a alguno de ellos en conversación pausada y amigable, lo que me ha permitido constatar que para los argentinos Maradona es mitología y cualquier cuestionamiento del ídolo les suena a sacrilegio. Y es que "El Pelusa", a quien hoy se le dedica un homenaje en el estadio La Bombonera de Buenos Aires, ha sido uno de los mejores del planeta jugando al fútbol. Se hizo a sí mismo; contribuyó a darle un Mundial a Argentina en 1986 cuando atravesaba por su mejor momento; fue artista con el balón y en sus pies se veía fácil lo que para otros se antojaba complicadísimo. Marcó, además, goles bellísimos y depuró por necesidad su pericia para sortear tarrascadas a su tibia zurda.

Entonces, ¿de qué me quejo?

Pues me quejo porque no me gustan los tramposos. Y a Maradona, como jugador, se le pilló la trampa en varias ocasiones. Cuando le expulsaron de un partido en el Mundial de España de 1982 fue por el feo y malintencionado patadón que propinó al vientre de un jugador brasileño. Su acercamiento a la droga en Italia, tan mentado por la prensa como negado por su entorno, lo simultaneó con el paripé de su participación en algún partido antidroga. El mismo día en que le marcó a Inglaterra, en el Mundial de México de 1986, el que muchos califican como mejor gol de la historia del fútbol, arrancando veloz desde medio campo y regateándose a casi la mitad de sus rivales, le metió otro con la mano, mofándose luego con aquella ocurrencia de que había sido "la mano de Dios". Y para rematar su contribución al juego limpio, en el Mundial de Estados Unidos de 1994 fue expulsado por dar positivo en el control de antidopaje.