Lo de Marruecos

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

7 noviembre 2001

Cuando en noviembre de 1975 avanzaba por el desierto la Marcha Verde que organizó Hassán II, rey de Marruecos, para reclamar el Sahara Occidental a España, un periodista español se subió a un taxi en Agadir y pidió al taxista marroquí que le condujera a Tarfaya, donde pretendía conectar con el río de civiles desarmados que se dirigía a plantarle cara al ejército español. A los doscientos kilómetros de viaje, el taxista oyó por radio el discurso de su rey por el que invitaba a regresar a los miles de voluntarios —350.000, según Hassán II, y muchos menos, según otras fuentes—, tras anunciarles que la marcha había cumplido su objetivo. En ese mismo momento, el taxista frenó, giró y puso rumbo hacia Agadir, para pasmo del periodista, que no tuvo más remedio que preguntarle qué pasaba. "El Rey ha dicho que debemos regresar, y obedezco", informó el taxista. Este pormenor se lo contó el rey Juan Carlos I a Hassán II, quien a su vez se lo relató a Eric Laurent, autor de un libro de conversaciones con el monarca alauita. Hassán II reconoció en aquel libro que lo de la Marcha Verde fue en realidad "un horrible chantaje", aunque "un chantaje lícito", en su opinión.

Su hijo Mohamed VI parece decidido a adjudicarse otra hazaña gloriosa en su reinado que le equipare a su padre —a quien más le hubiera valido ser más fino con los derechos humanos que enviar a miles de súbditos a chilaba descubierta en aquella marcha imperial, quedándose él a cubierto— y ha ido a bañarse en multitud al Sahara, no sin tensar la cuerda al mismo tiempo respecto a Ceuta y Melilla, ciudades "ocupadas" en terminología marroquí. A muchos esta repentina estrategia les ha cogido en babia, aunque la táctica es vieja. La historia registra un amplio repertorio de casos en los que la falta de éxitos internos —políticos y económicos— se disimula excitando al pueblo con ambiciones territoriales.