Hablando de Cela

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

27 octubre 2001

"Si te empiezas a preocupar de lo que dicen los demás, estás perdido", manifestó Cela en pretérita ocasión. Y parece que sigue fiel a esta sentencia. Lo que ocurre es que, por mucho oído sordo que le ponga, una cosa es acreditar con su obra inmensa que es un admirable escritor y otra echarle cara al oficio, repitiendo discurso en el Congreso sobre la lengua española celebrado en Valladolid. Lo deshonesto de su relectura no es el "autoplagio" del que tanto se habla, palabra que además se usa incorrectamente sin pararse a comprobar en el diccionario que no existe, pues copiarse a sí mismo no entra en la categoría del plagio, que consiste en "copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias". Lo deshonesto no es, por tanto, echar mano de las creaciones propias. Lo deshonesto, intelectualmente hablando, es repetirle el discurso al mismo público en sucesivos congresos de lo mismo; no sabemos si por vagancia, falta de tiempo o para que los oyentes lo aprendan a machamartillo.

Cela es acaso el escritor que menos necesita incurrir en semejante abuso. Es el prototipo de autor que lo ha sido todo —clásico literario, académico, Premio Nobel, Premio Cervantes, senador, doctor honoris-causa—, es el blanco idóneo en este país de frustraciones, donde tanto desorientado pulula a la caza de reconocimiento. No es fácil que a un personaje así se le perdone un resbalón, sobre todo cuando se ha ganado a pulso la animadversión de muchos —más personal que literaria— con sus contradicciones biográficas: no es de recibo que vaya de víctima de la censura franquista y colaborara, en cambio, con el servicio de Censura de Revistas en 1943 y 1944; del mismo modo que no es de recibo que aspire a pasar a la posteridad como perseguido de un régimen al que se había ofrecido como confidente cuando no había acabado todavía la guerra civil.