Del sexo a la batalla

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

26 octubre 2001

La agencia Reuters ha distribuido una foto en la que aparece un soldado estadounidense esperando su hora de entrar en acción. Al soldado, que parece un piloto sentado en su helicóptero, no se le nota nervioso. Con el casco puesto, se le ve tranquilo y leyendo. Y ahí es dónde surge precisamente la curiosidad. ¿Qué lee un piloto antes de entrar en combate? ¿Repasa, acaso, el manual de vuelo o el libro de instrucciones del aparato? ¿Estudia el mapa de la zona en la que están marcados sus objetivos? ¿Se encomienda a la Biblia, por si la cosa acaba mal? Nada de eso. Lo que lee este piloto de la foto es el "Playboy". Vamos, que primero el cachondeo y luego el bombardeo; lo que es también una manera de convertir la imagen aparentemente calenturienta en un cuadro de frialdad excesiva.

La estrategia no es nueva. Ya durante la guerra de Vietnam el periodista John Sack elaboró un reportaje para el "Esquire" con la intención de probar el escaso interés de los soldados estadounidenses por los valores de la democracia occidental, por cuya defensa se suponía que se jugaban el pellejo. Para ello, fue interrogando a unos cuantos sobre sus pensamientos más íntimos en plena guerra, observando que a los aguerridos defensores de la patria les preocupaba mucho más el corte de pelo que se les imponía, sus discusiones personales y, cómo no, el sexo. Eso quiere decir que las diferencias entre Occidente y el Islam no son tan grandes como asegura Berlusconi. Hemos sabido que algunos de los terroristas suicidas que atentaron en Washington y Nueva York se pasaron antes por un club de bailarinas calientes, gastándose un dineral. Y nos hemos enterado de que todos estos suicidas islámicos le han echado valor a su barbaridad con la esperanza de que se van de cabeza al Paraíso, donde les aguardan no sé cuántas vírgenes. La guerra es así, qué le vamos a hacer.