La eterna incompetencia

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

24 octubre 2001

Sobre cualquier organización estructurada en jerarquías circula una teoría desde los años sesenta: la de que todos nos esforzamos en ascender hasta alcanzar nuestro "nivel de incompetencia". La ocurrente expresión la patentó el psicólogo canadiense Laurence J. Peter (1920-1990), convencido de la siguiente catástrofe: "Con el tiempo todo puesto en una organización tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones". Pongamos por caso el ejemplo de un buen maestro ascendido a jefe de departamento y, después, a subdirector del Colegio, demostrando competencia en todos estos puestos, motivo por el que no consigue evitar que le nombren director. Al ejercer su nuevo cargo empieza a tener problemas con el Consejo escolar, con quien no había tratado directamente, y con el inspector, ante el que va cayendo en desgracia, perjudicando al Colegio con su gestión. Se dice entonces que ya ha alcanzado su "nivel de incompetencia".

Hasta aquí el principio de Peter mantiene su coherencia, pero a mi juicio se cae cuando se aplica a la política, donde un concejal, si es competente, acabará hundido por sus propios correligionarios de partido, mientras que si hace el burro llegará probablemente a alcalde en las siguientes elecciones. Desde la alcaldía podrá utilizar su mayoría para elevar el déficit municipal, mantener las calles sucias y consentir contratas sospechosas, pasando así a consejero o presidente autonómico, donde le bastará trabajar con su ya probada incompetencia para llegar a ministro. Pocos meses después, es muy probable que al presidente del gobierno que le ha nombrado le entre, cada vez que repase su lista de ministros, la misma preocupación que a Wellington cuando examinó la de los oficiales que le asignaron para acompañarle en cierta campaña militar: "Sólo espero —dijo— que el enemigo tiemble como yo cuando lea esta lista".