Yernos

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

16 octubre 2001

Gracias a su yerno Antonio Camacho —el fenómeno de Gescartera— Jaime Morey fue durante dos meses un hombre afortunado. Quizá no sea posible hallar un precedente laboral en el que cubrir la jornada leyendo el "Marca" y el "Abc" merezca un sueldo mensual de millón y medio de pesetas. Lo confirmó el mismo Morey ante la comisión investigadora del Congreso, donde le rieron la gracia, y lo sigue contando por ahí en declaraciones recientes, para envidia de quienes leemos a diario la prensa sin cobrar un duro. Que levante la mano quien no se apunte a un oficio así. Servidor, desde luego, no dudaría en comprometerse incluso a trabajar más duro; es decir, a leer más periódicos.

Aunque si eso sirve para acabar como imputado en el escándalo de la temporada, a uno le dan más ganas de tocar madera y cantar aquello de virgencita santa, que me quede como estoy. Y mucho más si anda metido un yerno en el negocio. Morey sabrá si, además de ser el lector de prensa mejor pagado del país, intervino en otros menesteres. Tomara parte o no, lo justo es suponer que se habrá pensado alguna maldición para Camacho. Hay suegros que se han puesto muy de los nervios con los yernos. Se ha llegado a decir que, cuando aún se ventilaba la Segunda Guerra Mundial, el actor teatral Vic Olivier, casado con una hija de Winston Churchill, visitó al político para comentarle ciertos problemas matrimoniales de la pareja. Estaban cenando y hubo un momento en que Olivier se salió del tema y preguntó a su todavía suegro —los problemas conyugales acabarían en divorcio poco después— quién creía que pasaría a la historia como personaje más extraordinario de la guerra. "Mussolini", respondió Churchill sin vacilar. "¿Mussolini? ¿Por qué?", se extrañó Olivier. "Porque tuvo la buena idea de fusilar a su yerno", aclaró el primer ministro británico.