El enemigo en casa

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

20 septiembre 2001

Estados Unidos cuenta con un currículo de guerras elevado. Como nación acostumbrada a movilizaciones militares, no tendría por qué inquietarse por una más, salvo en la parte trágica de los soldados que no regresan, que es donde la guerra ha tocado de cerca a sus familias. Esta vez, en cambio, las formas son distintas y el impacto psicológico más fuerte. A la agresión terrorista hay que sumar las tragedias humanas que se van conociendo: esa llamada angustiada desde el avión, ese recado en el contestador automático de quien se sabe sin salida. Cada víctima del once de septiembre es una historia que conmueve, que explica la quiebra psicológica. Pero hay otro golpe del que los estadounidenses tardarán en reponerse: su convencimiento de que están al alcance del enemigo, desventaja inédita en la historia bélica del país.

Tradicionalmente, su ejército ha intervenido en escenarios lejanos. Se podría citar como excepción el ataque a Pearl Harbor, pero hay que entender que tuvo lugar en una isla del Pacífico alejada del grueso de la población americana. La guerra de Cuba del 98, las dos guerras mundiales, la de Vietnam o la del Golfo se despacharon a distancias que sólo ponían en peligro a la tropa. Sólo en tiempos de la "guerra fría" se podía sentir cierta incomodidad ciudadana, a sabiendas de que misiles soviéticos apuntaban a Estados Unidos, lo que tenía su compensación con los que desde Estados Unidos, Inglaterra, Italia o Turquía apuntaban hacia la URSS. El temor mutuo creaba, curiosamente, un respetuoso equilibrio que no llegó a romper ni el tenso pulso entre Kennedy y Kruschev en la crisis de los misiles soviéticos de Cuba en 1962, resuelta en trece días. Sin duda, fueron otros tiempos. Y lo nuevo, ahora, es que un enemigo en Afganistán lo perciben los norteamericanos demasiado cerca, a pesar de los mapas. No hay geografía que valga, es como si estuviese en casa.