Nuevo desorden mundial

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

13 septiembre 2001

El King Kong en blanco y negro de los años treinta escalaba el Empire State. El de los años setenta, en cambio, escogió los nuevos símbolos en color del perfil de Nueva York, encaramándose a lo alto de una de las Torres Gemelas. Se ha repetido hasta la saciedad el paralelismo de los atentados a estas torres y al Pentágono con el cine. La paradoja es que Estados Unidos, que ha hecho de la catástrofe imaginaria un recurso imprescindible para el espectáculo cinematográfico, se ha visto azotada en la vida real por los tópicos del género. Lo que el mundo vio por televisión fue una sucesión de secuencias cuyo orden se podía adivinar: el atentado, el inicial desconcierto de los neoyorquinos, las alarmas de los bomberos, las evacuaciones urgentes, el pánico en las calles, los atascos, los reporteros relatando la barbaridad con el humo del desastre al fondo, los soldados, el discurso patriótico del Presidente, las reacciones de los líderes mundiales y la sospecha de que un malvado alocado ha concebido el siniestro guión. Parece ser que casi todos los números los lleva el multimillonario saudí Osama Bin Laden, quien anunció hace poco "algo espectacular que los americanos no olvidarán durante años".

Los terroristas estrellaron los aviones y lo demás vino sólo. Hasta la hora parece perfectamente calculada: la hora en la que América tenía el día por delante para aterrorizarse. Ahora ya sabemos que los argumentos del cine de catástrofes no son tan tópicos como creíamos, y que hay secuencias seguramente más terribles que no hemos visto: las de las víctimas en el interior de las torres, la angustia de los pasajeros aéreos. Durante el once de septiembre, todo fue un horror sin nombre del que desconocemos su final. Y, por lo pronto, sólo alcanzamos a intuir que asistimos en directo a uno de esos traumas históricos con los que se remueve el planeta. Con los que se roza, incluso, un nuevo desorden mundial.