Los simios de Tim Burton

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

7 septiembre 2001

Con aquellas conclusiones de Charles Darwin de emparentar la evolución del hombre con la del mono, el científico consiguió un raro honor de parte de la conservadora sociedad británica: la de ser considerado el hombre más peligroso de Inglaterra. Hasta tal punto alarmaron sus libros "El origen de las especies" (1859) y "La descendencia humana" (1871) que incluso quienes no los leían manifestaban su preocupación patriótica, al no tener por conveniente que un ciudadano del Imperio propagase teorías tan revulsivas y poco dignas para la humanidad. Se dijo que una dama de la nobleza declaraba su confianza en la providencia con estas palabras: "Esperemos que no sea verdad, pero si resulta ser verdad, esperemos que no se llegue a saber públicamente".

Si la tal dama hubiera levantado la cabeza en 1968, no habría superado el pasmo de ver en cartelera "El planeta de los simios", donde una comunidad de "mono sapiens" se imponía nada menos que a nuestra especie, a cuyos ejemplares daban caza, mantenían en cautividad y explotaban en ciertos trabajos con el mismo estilo que los humanos sometemos, en la vida real, a buena parte de la fauna. Mucho menos soportaría la asustadiza aristócrata la concurrencia masiva que provoca la versión de Tim Burton, un chico listo que tiene éxito, talento, dinero, y al que sólo parece faltarle un peine. La campaña de promoción de sus simios ha sido tan trabajada y certera, tan a la americana, que si no vas a verla quedas en evidencia. Y una vez la has visto compruebas tres cosas: una, que ya eres una persona normal y respetable; dos, que ya no tienes que dar explicaciones de por qué no vas; y tres, que Burton se ha salido con la suya al ponerte en la cola de la taquilla para ver una pieza entretenida que, en ningún momento, llega a la magia de su precedente.