¿Gescartera somos todos?

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

23 agosto 2001

Son muy altas las posibilidades de que usted no sea hermano o hermana de los Giménez Reyna, esa saga que ha logrado notoriedad en poco tiempo, ni pariente de Camacho, el artífice de la alquimia financiera llamada Gescartera, el mismo que, aunque se montó un chalet valorado en quinientos millones, vive ahora en una celda de prisión mucho menos pretenciosa. Son muy altas, incluso, las posibilidades de que usted no haya "invertido" sus cuartos en el célebre chiringuito por una de estas dos razones: porque no sabía de su existencia o porque desconfía de quien vende duros a peseta. Si es así, ¡enhorabuena! Quiero decir que, si definitivamente no guarda ninguna vinculación con Gescartera, está claro que queda libre de cualquier responsabilidad. Seguramente se ha limitado en estas últimas semanas a distraerse siguiendo en la prensa el culebrón, beneficiándose de la tranquilidad que da el sentirse espectador, y nada más que espectador, ante saraos similares.

Lo que ocurre es que las cosas no son tan fáciles, y cuando no hay de dónde rascarse los miles de millones "desaparecidos" entonces quien tiene que cobrar coincide con quien debería pagar y larga la culpa al tercero de siempre, a ese Leviatán que es el Estado, alegando falta de efectividad en sus controles. Es decir, se trata de que pague el Estado por tonto. Tonto por no enterarse, primero, y tonto por satisfacer, después, la cuenta de los platos rotos por otros. Ocurrió con lo de la colza y es muy probable que se repita con lo de Gescartera, donde acusación y defensa aspiran a que salgan indemnizaciones de la caja pública, de esa caja pública que digiere las aportaciones de los contribuyentes. La gracia es que si al final se prueba que Gescartera es una estafa, los ciudadanos de este país podemos acabar subvencionando, sin comerlo ni beberlo, a los estafadores y a muchos clientes que acudieron al olor de la especulación.