Teoría del cese

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

7 agosto 2001

El discreto "cese de don Jaime García Morey como asesor de la Presidencia de la Generalitat Valenciana" —así consta en el DOGV— provocó un pequeño debate lingüístico en la rueda de prensa que ofreció José Joaquín Ripoll, vicepresidente segundo del Consell. La duda acerca de si se trataba de cese, destitución o dimisión la resolvió el vicepresidente con seguridad: "ha sido cesado por la autoridad que en su momento lo nombró; más claro no puedo ser". La expresión es una patada al idioma, de las muchas que propinan los políticos. Según la Real Academia Española, cesar no es verbo transitivo y nadie puede "ser cesado", por mucho empeño que se ponga. El cese es, normalmente, una cuestión de tiempo, que se produce por sí solo cuando expira el plazo para el que se realiza un nombramiento. Ese plazo puede interrumpirlo una destitución, que la ejerce la persona u órgano que nombra, o una dimisión, cuya iniciativa corresponde a quien ostenta el cargo y decide abandonarlo. Uno comprende que estas explicaciones parezcan innecesarias. Lo que ocurre es que, vista la frecuencia con la que se oye que tal o cual entrenador de fútbol "ha sido cesado" o "ha sido dimitido", hay que acabar dándole la razón a quien observó con sabio juicio que todo está dicho, pero que como nadie atiende hay que repetirlo cada mañana.

El vicepresidente Ripoll se mantuvo en sus trece, aferrado a su confusa teoría sobre el cese, sin ceder a las aclaraciones de un periodista. Como en la eterna polémica del huevo y la gallina, no explicó si, en el caso de Morey, fue antes la dimisión o la destitución. Entre otras cosas porque hay dos empresas muy complicadas para un político con cargo público. Una, que maneje con éxito el vocabulario. Otra, que aclare algo en una rueda de prensa.