Escándalo por entregas

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

3 agosto 2001

Ni Alejandro Dumas hubiera concebido una trama mejor. Y eso que él y sus negros se manejaban con pericia liando aquellas novelas de folletín que aparecían por entregas en la prensa decimonónica, precedentes de los seriales radiofónicos inacabables y de los culebrones televisivos que se propagaron, mucho después, desde el norte, el sur y no sé si también desde el centro de América. En España somos mucho más creativos y lo que se lleva es la historia real, sacándole partido al prodigioso catálogo de escándalos políticos y financieros que la audiencia está acostumbrada a seguir, capítulo a capítulo. Los argumentos tienen todos los alicientes: intriga, dinero que desaparece, empresarios en prisión, lotes de hermanos implicados —algunos con altas responsabilidades de Estado— y, últimamente, hasta cantantes ignorados en los repertorios de "karaoke" que suenan, en cambio, como nunca, no por sus canciones sino porque se apuntan a todo, desde aceptar que un yerno te meta en el lío de tu vida a ofrecerse como asesor musical a su presidente autonómico. Es lo del planteamiento, nudo y desenlace que nos enseñaban los profesores de literatura, llevado —eso sí— a extremos de delirio, más allá de lo que fueron capaces de ingeniar los guionistas de "Dallas" o "Falcon Crest".

Por imperativo de la actualidad, la audiencia aguanta enganchada al culebrón Gescartera. Cada día aparece un personaje imprevisto, una víctima nueva, un listo a añadir a la nómina del reparto. El argumento proporciona enredos de vértigo. Por lo leído hasta ahora, el país de las maravillas que visitó Alicia no es nada comparado con las sorpresas que depara este "chiringuito" financiero, digno del país de los caraduras. Si todavía no lo saben todo sobre Gescartera, no se preocupen. Continuará.