Diplomacia loca

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

1 agosto 2001

Los creíamos tan serios que no nos dábamos cuenta de que todo evoluciona, incluso la diplomacia. El numerito protagonizado en una fiesta por el Secretario de Estado estadounidense Colin Powell, a quien es inevitable recordar dando ruedas de prensa de la guerra del Golfo, y la ministra de Asuntos Exteriores japonesa Makiko Tanaka, confirma que los métodos cambian. Ante varios ministros asiáticos, Powell sacó el "showman" que lleva dentro y se arrancó a cantar una ranchera del Oeste, lo que no sería más que una anécdota de no ser porque, en el espectáculo, hizo también el "kamikaze" intentando contactar con los labios de la Tanaka en dos ataques fallidos y practicó el juego militar del cuerpo a tierra tumbándose en el suelo, desde donde siguió cantando en pose similar a la de aquellas cleopatras del celuloide que salían en las películas de Hollywood. La ministra no se resignó a ser secundaria y, aunque esquivó alguna que otra acometida, cedió en otras, dejando alto el pabellón del Sol Naciente con perversas palmaditas en las nalgas del Secretario de Estado.

La amistad entre Estados Unidos y Japón no tiene nada que ver con su enemistad de la Segunda Guerra Mundial. Cuando los norteamericanos descargaron sus bombas atómicas en Hirosima y Nagasaki, el emperador Hiro Hito se vio forzado a pronunciar una locución por radio en la que informó a los suyos que el enemigo utilizaba "un arma nueva y singularmente cruel", justificando así la capitulación japonesa. En esa locución pronunció aquello de "habrá que soportar lo que parece insoportable, tolerar lo que parece intolerable", sin imaginar que más de medio siglo después los dos máximos representantes de las relaciones internacionales de ambos países iban a encontrarse sobre un escenario con el decidido propósito de hacer el ganso.