Mazagatos, y no otraJOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com] |
28 julio 2001 |
Nunca he tenido paciencia para culminar un
puzzle. Por eso admiro a quienes dedican la tarde, o
varios días si es enorme, a colocar pequeñas piezas
hasta conseguirlo. Quedarse con la última en la mano y
un solo hueco para encajarla debe ser un estruendo de
satisfacción inexplicable, una demostración de
habilidad más o menos sublime, unas ganas incontenibles
de enseñarle el acabado al vecindario, un gustazo
similar al que Dalí se daba cuando, de niño, se
ajustaba pinzas en las orejas y no sé si también
en la nariz con tal de deleitarse al quitárselas.
Aunque de Dalí no me creo ningún recuerdo de infancia,
sí soy capaz de imaginarme la alegría que puede
proporcionar semejante perversión infantil, en caso de
atreverse. Y supongo que algo de eso es lo que pasa al
componer un grandísimo rompecabezas. No vi las declaraciones de Sofía Mazagatos en las que, en vez de asegurar que estaba en el candelero, informó que estaba "en el candelabro". Mazagatos no es una creadora de idioma, como muchos tienen asumido, ni una destructora del vocabulario que suscite pavor entre académicos. En el fondo, es mucho más que eso. Es puro arte surrealista. Sus contestaciones son la respuesta del subconsciente, con el que tanto les gustaba experimentar a los surrealistas pioneros. Lo que aquí llamamos pensar en voz alta, vamos; sin contenerse ni corregir palabra. Y así es como ha podido decir se vio en el divertido "Tela marinera", aunque ni presentadores ni invitados cayeron en la cuenta que Quinn fue para ella, en determinado momento, el eslabón que le faltaba para completar el puzzle. Con lo que los cronistas rosa ya tienen frase en caliente para sus choteos frívolos. Porque o eso de Mazagatos es surrealismo o a mí se me niegan los puzzles por utilizar pedacitos de cartón y no eslabones. |