Otra vez Gibraltar

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

20 octubre 2001

Vuelve el peñón de nunca acabar, vuelve la cordialidad británica de oídos sordos a la pedida de mano de su hija adoptiva. Piqué y Jack Straw, ministros de Asuntos Exteriores de España y Reino Unido, han quedado en Londres para hablar de Gibraltar. El deseo español de recuperar la hija secuestrada hace casi trescientos años es la patata caliente que pasa de gobierno en gobierno. Le hacía ilusión a Franco; lo supo Hitler, que le tentó con su reconquista si España le apoyaba en la segunda Guerra Mundial; la reclamó Juan Carlos I nada más jurar como rey; probó Suárez a engatusar a los británicos con el proyecto autonómico de la Constitución; pronunció Felipe González su "irrenunciable aspiración a reintegrar Gibraltar" la noche en la que el PSOE ganó sus primeras elecciones; y lo intenta Aznar.

En el franquismo, ha revelado el exdiplomático Fernando Schwartz en uno de sus libros, se llegó a tal empecinamiento que algún Cónsul Adjunto de Tetuán tenía por cometido la vigilancia de la colonia. Lo inaudito es que no se valía de confidentes, sino que, aposentado en Algeciras en comisión de servicios, espiaba con un potente catalejo. Hasta los Reyes de España se perdieron la boda del príncipe Carlos y Lady Di al renunciar a ir, tras enterarse que en el viaje nupcial se incluía escala en Gibraltar. Así que es de suponer que para los británicos —conocedores del ventajoso control de estrechos y canales marítimos en su apogeo colonial, de los beneficios estratégicos que supuso el peñón en las dos guerras mundiales y de la conveniencia ecológica de mantener un puerto a más de mil seiscientos kilómetros de sus costas para retener submarinos nucleares averiados— hoy sea un gran día. Un día en el que podrán practicar una de sus especialidades diplomáticas: torear ministros de exteriores españoles.