El censo que viene

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

19 julio 2001

Como este año acaba en uno, toca recuento. El Instituto Nacional de Estadística (INE) ya ha anunciado que en octubre más de cuarenta mil personas se ocuparán de recabar datos, casa por casa, para saber cuántos somos, dónde vivimos o qué comodidades e incomodidades padecemos. Una operación que costará 27.500 millones de pesetas y que presenta una novedad: España va a convertirse en el primer estado del mundo que dé opción a todos sus habitantes a cumplimentar los impresos censales por internet, superando las probaturas de Singapur, Estados Unidos y Suiza en el 2000, que sólo lo ofrecieron a una parte de su población. Así lo canta el INE en primicia, como si cada uno de los cuarenta millones de españoles que dicen que somos (38.872.268 en 1991) tuviese acceso a la red.

Mucho ha cambiado la forma de recontar desde que el Conde de Aranda promovió en 1768 el que podríamos considerar primer censo español más o menos ambicioso, en el que, a falta de ordenadores y conexiones de alta velocidad, tuvo que servirse de los obispos para que éstos, a su vez, echaran mano de los párrocos, encargados de contar todo lo que se movía con apariencia humana a la sombra de sus parroquias: desde beatas a incrédulos. Más chocante es, en cambio, el premio prometido por el INE a quienes cumplimenten los impresos por internet. Nada menos que una estadística de cómo se distribuye el apellido que se solicite por las provincias españolas. Un regalo inútil, a no ser que se maneje para evitar provincias donde los apellidos de cada cual estén tan arraigados que exista un altísimo riesgo de descubrir nuevos parientes, que es como jugártela con alguien que o te quiere tanto que te manda los niños de vacaciones a tu casa, o te pide un préstamo, o te acaba metiendo en un lío de familia.