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| Parto de un convencimiento: el mejor
diccionario es el que contiene la palabra que busco, el
que me ofrece la acepción necesaria para comprender un
texto. He visto que a veces, en la prensa o en
televisión, se alude a Esther Cañadas como
"la modelo alicantina". A quien ignore qué es
una alicantina le vendrá muy bien consultar el
Diccionario de la Real Academia, que revela lo siguiente:
"ALICANTINO, NA. adj. Natural de Alicante.
Ú.t.c.s.// 2. Perteneciente a esta ciudad o a su
provincia.// 3. f. fam. Treta, astucia o malicia con que
se procura engañar". Seguramente entenderá que la
noticia se está refiriendo a una modelo que es
"natural de Alicante". Otra cosa es cuando se revisa una página de "Luces de Bohemia", de Valle Inclán, en la que un periodista alemán trata de convencer a unas mujeres de que Max Estella, el protagonista, no está muerto sino bajo los efectos de la catalepsia, a lo que la portera de la casa le responde airada: "usted ha venido aquí a dar un mitin y a soliviantar con alicantinas a estas pobres mujeres". En este caso será imprescindible conocer la tercera acepción, aun estando en desuso en la actualidad. De no ser así, podría entenderse que el tal periodista, que es además un vividor fichado por la policía, se ha presentado en escena acompañado por varias naturales de Alicante, con lo que el lío sería peor. Es de alabar, por tanto, que la Real Academia haya optado por separar esta acepción en un nuevo registro ajeno al del origen geográfico de las alicantinas; pero es también de alabar el certero criterio filológico de los académicos al no suprimir, como se les pedía, ese tercer significado, lo que permitirá a futuros lectores comprender ciertos párrafos de nuestra literatura. Para columnistas receptivos y dispuestos a enriquecer su vocabulario, la voz "alicantina" puede ser, además, sorprendentemente útil. Acaso no sea posible hallar en el Diccionario ninguna palabra que defina mejor las declaraciones públicas de no pocos políticos. |
La voz "alicantina" 
7 junio 2001