Lector de Breton

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO (Información, 26 octubre 2000)

 

Hace poco más de un año que se cumplía el 75 aniversario de la publicación del primer Manifiesto surrealista de André Bretón. Apareció el 15 de octubre de 1924 y la efemérides fue propicia en 1999 para divulgar, una vez más, la significación del surrealismo en la cultura del siglo XX. Tres cuartos de siglo después de lo que puede considerarse su acta fundacional, el poeta Jean-Michel Goutier presentaba el fenómeno como «un polvorín del que las generaciones futuras seguirán cogiendo municiones durante mucho tiempo».

La exaltación del subconsciente como herramienta para la creatividad, del subconsciente en estado puro –es decir, sin los retoques de la razón–, fue una de las propuestas que más llamó la atención de Azorín, para quien el surrealismo, nombre que Bretón tomó del poeta francés Apollinere, parecía estar resumido en aquel manifiesto inicial. En su voluntad rompedora con la cultura tradicional parece que vio Azorín un impulso para sus renovaciones estéticas, aunque no fuesen literalmente surrealistas o «superrealistas». En un artículo de 1927 se preguntaba «¿qué es el surrealismo?» Él mismo respondía: «nadie lo sabe; nadie lo sabrá nunca». Sin embargo en ese mismo artículo, en el que reconocía su admiración por el Manifiesto de Breton, no dudaba en proclamar que el surrealismo era entonces un hecho evidente que acabaría por imponerse. «Entrará de lleno en el arte», anunciaba. «Con jóvenes y sin jóvenes, con viejos y sin viejos, el teatro en España marchará hacia su transformación a impulsos del superrealismo».