Una carta inédita de Azorín

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO (Información, 7 enero 2000)


 

Al recordar a algunos de sus educadores, Azorín escribió en su libro "Madrid" (1941) que "la afición o repugnancia a las materias estudiadas depende, en gran parte, del maestro". Diecisiete años después, al recibir unos ejercicios escolares, el escritor pudo comprobar la afición a la literatura que pretendían fomentar entre sus alumnas unas maestras del colegio La Aneja de Alicante. Un Azorín de ochenta y cuatro años que vivía en la calle Zorrilla de Madrid, detrás del edificio de las Cortes, se puso entonces ante la máquina de escribir, colocó una cuartilla sin membrete y tecleó unas líneas que, luego, como era habitual en sus escritos, corrigió a mano. Esa carta ha aparecido, ahora, entre los papeles de la maestra Josefina Ferrándiz Casares, fallecida el pasado mes de septiembre.

El hallazgo de una misiva inédita de Azorín es, siempre, una pequeña noticia, especialmente desde que hace años la Casa Museo Azorín, de la Obra Social de la CAM, se esfuerza en completar su epistolario. El escritor de Monóvar no tuvo la dedicación epistolar que tenía Unamuno, del que se calcula que llegó a escribir unas veinte mil. Azorín debió escribir muchas menos, y de hecho en la reciente edición de "Obras escogidas", en la que se reproduce una valiosa relación de las que se conocen, no llegan a mil trescientas. Las cartas de Unamuno eran largas, mientras que casi todas las de Azorín eran cortas. Una carta de Azorín era por ejemplo para Pemán, que recibió algunas, "una esquelita con pocas palabras".

Cuando Josefina Ferrándiz Casares (1909-1999) logró el número uno de su oposición pudo elegir su plaza de maestra en las mismas escuelas en las que había sido alumna: en La Aneja de Alicante. A su hermano José Ferrándiz Casares le he oído calificarla como una "verdadera valedora del magisterio". Una de las obsesiones de la maestra era la de animar a sus alumnas a la lectura. Y prueba de ello son algunos de los ejercicios que guardaba, así como su triunfo en un concurso nacional convocado por la editorial Miñón con un texto, "Rocío", sobre libros de lecturas para niños.

Los ejercicios que no llegó a guardar –ni ella ni las otras maestras de La Aneja– son los que en el curso 1957-58 realizaron las alumnas de la escuela, parece ser que sobre Azorín. No los guardaron, se los remitieron al escritor, quien correspondió con una de esas cartas ajustadas a la concisión. Fechada el 31 de enero de 1958, no iba personalizada. Tenía un doble destinatario: las maestras –las "aleccionadoras"– y las alumnas. Son sólo unas líneas, las suficientes para dejar escrito un reconocimiento. "Mis queridas aleccionadoras: a las niñas de esa Escuela adjunta, mi felicitación por sus primorosos escritos, por su ternura; a ustedes, que las guían y rigen, mi gratitud, como nacido en esas tierras, como español. Saludos cordiales. Azorín".

 

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